30 de mayo de 2012

VII - El Bastión de los Justos


La enorme sala, decorada con bellos tapices y cuadros que representaban batallas acontecidas en épocas pasadas, estaba alumbraba por la luz de unas tenues lámparas y el resplandor de una gran chimenea encendida. En el centro, había una enorme mesa cuadrada rodeada de ocho sillones. Un elaborado trono de madera tallada la presidía. En los sillones se hallaban sentadas cuatro personas. Por un lado estaba ldmíliris, que vestía un fino vestido de color negro con mangas hasta el codo; unas medias de rejilla y un elaborado moño remataban su estampa. Demasiado veraniego para el frío que hace, pensó Zir, que estaba sentado a su lado. Con su típica expresión meditabunda, se ajustaba el pañuelo que llevaba sobre el cuello de la camisa blanca, disimulando así el nerviosismo que le provocaba aquella inesperada audiencia. Enfrente de él, una humana de unos veinticinco años lo observaba. Tenía el pelo rubio y ondulado en una melena que le llegaba a los hombros. Llevaba un bonito vestido azul y blanco de falda larga y con bellos encajes, que gracias al generoso escote, dejaba ver el canalillo de sus senos, realzados por un corpiño. Al lado de tan bella mujer, otro humano miraba con nerviosismo un gran portalón que daba a la estancia. Estudió a los demás a través de sus gafas. Tenía el pelo castaño y los ojos verdes. Vestía chaqueta de pana marrón, camisa y chalina.



23 de mayo de 2012

VI - Más allá de un sentimiento


Los frondosos bosques de abetos se mecían al son del viento que descendía de las altas cumbres de la nevada cordillera. Los campos aún conservaban neveros donde todavía no daba el sol. Una bonita mansión de tres pisos de paredes blancas y tejas de pizarra dominaba, con bellos jardines, el pequeño pueblo.
Eliel observaba el lago que estaba dentro de sus propiedades. Un doalfar, bastante más alto que ella, de bella melena y de mediana edad bien llevada, estaba su lado.
Es una pena que el lago se haya deshelado ya. Aún me apetecía patinar sobre él.
- No te preocupes, hija, el año que viene todavía estará ahí.
- Ya, pero entonces yo no estaré. Me habré ido a estudiar a Nara.
- Pues yo me encargaré de que el lago siga estando aquí al año siguiente, y al siguiente... Tranquila, no se irá. Lo ataré bien - dijo con una amplia sonrisa.
- Qué tonto eres, papá... -dijo en tono de falsa reprimenda.
- Aprovecha esos años, ya sabes que a la vuelta tendrás que...
- No quiero hablar aún del tema, papá - lo interrumpió -, ya trataremos de eso a la vuelta.
- Claro que sí. Ahora volvamos que empieza a refrescar, y no me gustaría que te constiparas. Vamos, ven conmigo - dijo alejándose.
- Sí, papá…

16 de mayo de 2012

V - Bajo el mismo cielo


En el habitual lugar de reunión que era la cocina, se encontraban Adriem, Eliel y Dythjui. El primero acababa de llegar y había dejado sobre la mesa un paquete atado con una pequeña cuerda. La llegada de Adriem interrumpió la conversación de las dos mujeres sobre lo diferente que era la vida en Kresaar y en Tiria.
- ¡¿Quieres que me disfrace?! - exclamó Eliel al ver las ropas que había dentro del paquete: una falda larga de color marrón con dibujos geométricos en dorado y un corsé de color negro, con una blusa blanca y una capa con capucha marrón oscuro.
- Agradecería que no chillases, el salón está aquí al lado. Es sólo por unos días. Sabemos que te buscan, y una doalfar llama mucho la atención en esta ciudad - se explicó Adriem - Además, han hecho circular tu descripción entre los cazarrecompensas. No podemos arriesgarnos.
- No, me niego - dijo Eliel desviando la mirada, muy contrariada.
- Con un poco de maquillaje parecerías una... - A Adriem no le dio tiempo de terminar la frase.
- ¡Una delven! - exclamó levantando los brazos, escandalizada - ¡Vamos, lo que faltaba! ¿Acaso no te entró en tu dura cabezota lo que hablamos ayer?
- Pues sólo hay otra opción - Adriem se levantó, agarró por el brazo a la muchacha sin mucha compasión y la llevó escaleras arriba. Ella se resistía y pataleaba, pero era imposible deshacerse de aquel recio brazo que la agarraba. Adriem la empujó dentro de su habitación y cerró la puerta. Se oyó un golpe seco.
Eliel tiró para intentar abrirla, pero sus sospechas se vieron confirmadas. Adriem había trancado la puerta por fuera.
-¡Abre, maldita seal ¡No puedes encerrarme como a una prisionera! -N o se oyó ninguna respuesta-. ¡Maldito comúnl ¡Te exijo que me abras! - gritó golpeando la puerta - ¡Adriem!
Dythjui se quedó mirando a Adriem, que bajaba la escalera haciendo oídos sordos a las exigencias de Eliel.
- Suerte que la zona privada está separada del resto. Esa muchacha tiene buena voz. Sería una buena cantante - dijo el guardia.
- Creo que te has pasado. Mira que arrastrarla de esa forma... - Dythjui estaba a punto de argüir que era una invitada y no la podían tratar así, pero Adriem interrumpió su discurso.
- Hazme caso. Sólo será cuestión de unas horas. Es como una niña pequeña - dijo dedicándole a Dythjui una sonrisa de complicidad.
- A veces pienso que detrás de esa apariencia tuya de buen chaval se esconde algo de maldad.
- Exageras - Adriem extendió la ropa sobre la mesa.
- Vaya, tienes buen gusto para la ropa pese a que eres un hombre. Creo que le quedará bien si decide ponérselo -dijo Dythjui, tomando una de las prendas para probársela por encima.
- Lo hará.

10 de mayo de 2012

IV - Soñando con un mañana


Tener que estar allí, escondido para servir como enlace para Idmíliris, lo aburría. Llevaba ya una semana en Tiria, metido en aquel antiguo reloj, saliendo solo a la calle a primeras horas de la mañana para comprar algo de comida, sirviéndose de una capucha para taparse las orejas y no llamar la atención de nadie. Esperar... Esperar y controlar a aquella insensible criatura capaz de sacarte los intestinos mientras hacía un chiste sobre ello. Aquella noche se estaba retrasando. A lo mejor la búsqueda de alguna pista sobre la doalfar no había sido tan fructífera como ella auguraba. Tiria era una ciudad grande, llena de recovecos. Encontrar a alguien allí no era una tarea ni rápida, ni fácil.
Se puso tenso al advertir una presencia a su espalda, que no podía ser otra que la bufona. Apareció sin hacer ruido, como siempre.
- Te has retrasado treinta y cinco minutos.



2 de mayo de 2012

III - El canto de la luna llena


La noche había caído, y la luna aparecía radiante a través de los ventanales del comedor de la posada. Poca gente quedaba, puesto que la mayoría se había ido a dormir. Agnes se había marchado, y Dythjui acababa de recoger los platos. Dejó los últimos en el escurridor y se acercó a la mesa donde cenaba una meditabunda Eliel. Dythjui llevaba un vestido negro, algo ceñido por la cintura, con un delantal blanco encima. Eliel se había vuelto a poner sus ropas, que se habían secado ya al calor de la chimenea, y unos zapatos que la joven casera le había prestado.
- Casi no has comido y eso que parecía que tuvieras hambre - dijo sentándose en la mesa -. ¿No está bueno?
- No es eso, lo siento, es que estoy preocupada. Me deben de estar buscando, pero ese hombre... - Eliel se encogió, aun veía la sonrisa de Siril cuando cerraba los ojos. El miedo a sentirse acorralada, sola, perdida, la caída del puente... Todo se había quedado grabado a fuego en su memoria.
- ¿Hombre?
- Sí... yo... esto... - Se quedó callada. Pero ¿qué hacía? ¿Por qué tanta confianza con esa humana? Porque se sentía sola - Verás... - las palabras se le atragantaban por los recuerdos -, yo venía aquí para recoger unos libros...
Y Eliel, tal vez por sentirse aliviada, contó su historia a aquella humana. Si sus amigos la hubieran visto intimando con una común se habrían reído de ella. Pero necesitaba que la escuchara alguien, y Dythjui la había tratado muy bien. Sin duda mejor de lo que ella habría hecho nunca a una común y se sentía un poco culpable por ello.